Metacognición: La Conciencia que se Observa a Sí Misma
Metacognición: La Conciencia que se Observa a Sí Misma
«Observar al propio cuerpo pensar es ver el metabolismo transformarse en sentido.» — Jackson Cionek
El límite entre ser y percibirse siendo
En la Zona 2 de fruición, el cuerpo y el mundo respiran al unísono: no hay distancia entre hacer y ser.
Pero llega un momento en que la conciencia se vuelve sobre sí misma — no para controlar, sino para testimoniar el flujo.
Ese retorno marca el nacimiento de la metacognición: el instante en que la mente observa su propio metabolismo generando significado.
La metacognición es, por tanto, una conciencia de segundo orden — la capacidad de percibir el propio acto de percibir.
No es pensar sobre el pensamiento, como propone la psicología colonial;
es sentirse pensar, una integración neuro-afectiva entre interocepción y propiocepción.
El ciclo metabólico de la conciencia
Cada acto de conciencia surge de un yo tensional, sostenido por un sentimiento estable.
Cuando ese sentimiento se observa a sí mismo — es decir, cuando el cuerpo percibe sus propias variaciones —
se produce una retroalimentación energética que refuerza la coherencia de la Mente Damasiana.
Este ciclo puede describirse así:
Sentir — el cuerpo capta el entorno (interocepción + propiocepción).
Hacer — la acción emerge del metabolismo, como fruición (Zona 2).
Observar — la conciencia acompaña el gesto sin interferir (metacognición).
Reintegrar — el cuerpo ajusta su energía y recrea el sentimiento de pertenencia.
La metacognición es, por tanto, una respiración cognitiva:
un ir y venir entre el hacer y el percibirse haciendo.
Entre las sinapsis eléctricas y el silencio prefrontal
Durante la fruición profunda, la actividad prefrontal disminuye — el control del yo se disuelve.
Cuando el flujo se estabiliza, parte de esa red vuelve a activarse,
ahora de forma reflexiva y no controladora.
Las sinapsis eléctricas, que permiten el intercambio bidireccional de impulsos,
constituyen la base fisiológica de esta autorreferencia:
posibilitan tocar y ser tocado, percibir y ser percibido.
La metacognición surge de este equilibrio entre la retroalimentación interna y la externa.
No hay jerarquía: existe una sincronía de circuitos que permite al cuerpo reconocerse sin abandonar el flujo.
Los seis avatares de la observación
Para ampliar el campo atencional, utilizamos seis referencias de conciencia —
Brainlly, Iam, Olmeca, Yagé, Math Hep y DANA —
seis formas de percibir un mismo acontecimiento desde perspectivas metabólicas distintas:
Avatar | Referencia |
Brainlly | Modelo de la bioquímica cerebral — integración entre glía, neuronas y sangre. |
Iam | Observador corporal — enfoque en la propiocepción. |
Olmeca | Conciencia arqueológica — memoria ancestral y aprendizaje por imitación. |
Yagé | Estado ampliado — interocepción profunda y espiritualidad bioeléctrica. |
Math Hep | Lógica y precisión — integración entre emoción y razonamiento. |
Inteligencia ADN — espiritualidad neutra y ética metabólica. |
Juntos funcionan como un circuito de seis espejos,
que permite observar un mismo evento en múltiples capas de percepción.
La atención humana se consolida entre 200 y 400 milisegundos,
tiempo suficiente para que se forme un connectoma momentáneo,
generando una micro-decisión o un breve cambio de foco.
Sin embargo, el sentimiento-ancla y la creencia-referencia que sostenían el estado anterior
tienden a restablecerse casi de inmediato,
preservando la coherencia de la conciencia principal.
Así, aunque la atención cambie de objeto,
la conciencia permanece enraizada en el mismo sentimiento —
como la madre investigadora que, al oír llorar a su bebé,
reconoce el llamado, responde con presencia,
pero mantiene la estabilidad en la conciencia de su trabajo científico,
sostenida por el mismo campo afectivo y cognitivo de pertenencia.
La conciencia como movimiento de equilibrio
La conciencia no siente la desfasación;
organiza el hacer según el entorno,
mientras el cuerpo detecta el desajuste y redistribuye la energía.
Cuando hay sincronía, surge la fruición;
cuando hay desfasación, aparece el impulso de actuar —
no como error, sino como proceso adaptativo.
Incluso el insomnio o la apatía son modos en que el cuerpo busca nueva coherencia temporal.
La metacognición reconoce estas transiciones sin juzgarlas,
entendiendo que la motivación y la desmotivación son fases de un mismo ciclo.
La conciencia como campo metabólico
La conciencia no es sustancia ni alma separada:
emana de metabolismos específicos y se ancla en sentimientos que los estabilizan.
La creencia, el hábito y la costumbre moldean el campo neuronal donde florece.
Así, toda conciencia es siempre conciencia-de-una-creencia,
y toda observación es también una reinterpretación del propio sentir.
Cuando esta observación ocurre sin miedo, deseo ni culpa,
la conciencia se abre a un campo ampliado de fruición reflexiva —
un espacio donde pensar y sentir laten en un mismo ritmo vital.
Síntesis final
La metacognición es el retorno del hacer sobre sí mismo.
No es control, sino testimonio.
Es el instante en que la conciencia se siente respirando dentro del cuerpo,
y el cuerpo, a su vez, se reconoce como conciencia viva.
En el flujo entre interocepción y propiocepción,
la Mente Damasiana aprende a observarse sin fragmentarse.
Y en ese silencio elástico entre acción y reflexión,
la conciencia se revela como el propio movimiento que se percibe siendo.
Referencias posteriores a 2020
Damasio, A. (2021). Feeling & Knowing: Making Minds Conscious.
Northoff, G. (2022). The Spontaneous Brain: From Mind–Body to World–Brain Relation. Frontiers in Psychology.
Pereira Jr., A. (2021). Triple-Aspect Monism and the Unity of Mind and Body. Philosophies.
Simor, P. et al. (2023). Metastable Brain States and Consciousness. Neuroscience & Biobehavioral Reviews.
Berntson, G. G., & Khalsa, S. S. (2021). Neural Circuits of Interoception. Trends in Neurosciences.